Intervencion de Juan de Dios Villanueva, Secretario Político del PCA en la ciudad de Sevilla, durante el acto homenaje a Javier Navascués, celebrado el pasado sábado.
Enhorabuena al Núcleo centro del Partido Comunista por la organización de este homenaje y gracias a la familia de Javier por ofrecerme la posibilidad de intervenir en el mismo. En contra de mi costumbre, hoy he preferido traer la intervención por escrito para no pasarme de tiempo y para no dejarme nada en el tintero. Vamos a ello: A veces, cuando se alcanza cierta edad, se puede tener la sensación de que el tiempo ha corrido demasiado rápido y que la vida ha pasado sin apenas haber podido hacer nada. Pero es una falsa sensación. Al pararse a recordar, te encuentras la memoria repleta de diferentes cúmulos de recuerdos. Unos totalmente aislados, otros conectados entre sí y algunos superpuestos y hasta contradictorios. Pero es todo eso lo que ha ido construyendo la personalidad que consolidamos a lo largo de los años. El caso que hoy nos trae aquí forma parte de la humilde memoria de este que os habla, en la doble vertiente de la memoria partidaria compartida y de la memoria más personal, más retenida a base de flashes, de imágenes que perduran congeladas y que el tiempo no logra deteriorar. Es precisamente eso, un cúmulo de recuerdos, lo que me vino como una avalancha cuando me llamó Paula Navascués para preguntarme si podía intervenir en este acto: los primeros tiempos de trabajo conjunto, el Javier callado, la cerveza en la Marcelina, las horas compartidas con Emilio Caraballo, Mercedes Susán, Felipe Alcaraz, con Concha, con Girón, con Manolito, con Enrique Castro…(incluso alguna borrachera de las no previstas que, por cierto, son las mejórese e las borracheras).
Y como recuerdo central en todas estas imágenes desordenadas, la alegría y el nerviosismo en las semanas previas al nacimiento de su hija Paula (hasta un busca que yo tenía, que era entonces lo último en tecnología le presté a Javier, cuando me fui de viaje, por si Paula, la madre, lo llamaba por si se adelantaba el parto o algo así). Conocí a Javier allá por finales de los años 80 (antes de mi traslado a Sevilla), en alguna reunión del Comité Central del PCA y en Jornadas de ‘Convocatoria por Andalucía’ (se llamaban Jornadas de Convocatoria, todavía no eran de Izquierda Unida), en debates en los que se dirimía si seguíamos por la senda de la construcción continúa de la alternativa que marcaba Convocatoria por Andalucía o si, por la vía de los hechos, nos convirtiamos en un partido al uso, en un partido clásico. Ese momento político lo definía Javier de manera muy pedagógica: decía que ese era el momento en que “‘IU’ (Izquierda Unida) se comió a ‘CA’ (Convocatoria por Andalucía). Y yo en ese análisis histórico siempre he estado totalmente de acuerdo con Javier. Otro momento clave de mi coincidencia con Javier fue en la defensa de la existencia del propio partido, organizando la respuesta en la provincia de Sevilla a la resolución del Comité Provincial del 30 de octubre de 1990 que abogaba por la inmediata disolución del PCE. Ese debate también se ganó desde la aplastante razón del orgullo de la militancia comunista de esta provincia. A partir de ahí, vinieron varios años de trabajo conjunto y encuentro en lo fundamental. A toda la preparación del XIII Congreso del PCE, le siguieron las tribulaciones del V Congreso del PCA, tras el cuál, por obra y gracia de Felipe Alcaraz nos vimos los dos en la Permanente del PCA, Javier como Responsable del “Área de partido”, yo, primero como Secretario de la Juventud Comunista, echándole una mano en las tareas internas y después, a partir del 95, como Responsable de Organización. Un momento de aprendizaje con Javier fue la campaña contra los acuerdos de Maastrich. Fuimos juntos por media Andalucía haciendo actos explicativos de la posición del partido sobre este tema. En los primeros días yo presentaba, el explicaba Maastrich y yo tomaba notas de manera muy compulsiva (a ver si retenía algo). Al cuarto día Javier tuvo que volver a Sevilla por cuestiones personales, y allí me quedé yo solo, con mis papeles, los apuntes que había tomado rápidamente, y teniendo que afrontar otros cuatro actos más sobre Maastrich, sin Javier. Y lo disimulé muy bien, lo hice. Y recuerdo después de un acto, en un Instituto de Enseñanza Media por la Plaza de las Tendillas de Córdoba, me llamó un periodista de una radio diciendo “usted Señor Villanueva, como una de las personas de España que más saben sobre Maastrich…”, mientras yo me decía a mí mismo: “si tu supieras lo que yo sé de Maastrich…”. Reivindico, a partir de ahí, al Javier que resistió los cantos de sirena que pretendían convertir al PCA en un partido diluido en la estructura institucional y financiera de IU-CA, al que se mantuvo en la emblemática sede de Teodosio 60, junto a unos pocos, pisando con firmeza incluso cuando las baldosas de la primera planta se hundían a nuestros pasos (y cuando digo que se hundían es que se hundían literalmente).
Reivindico al Navascués que puso en marcha un carnet del PCA cuando en el resto del Estado se dejaban morir las agrupaciones sin actos de renovación, cuando alguien en Madrid había decidido que ya no se harían más carnets del PCE, al que defendió la necesidad de que él PCA participase, como tal, en las plataformas unitarias de movilización, al que propuso que las casetas de feria, trabajadas por la militancia, se mantuvieran para el PCE. Porque estas cosas que ahora parecen normales y en aquellos años era casi herejía, no las defendía Javier en la barra de un bar, las defendió como ponente en un Comité Andaluz del PCA, celebrado en Granada, en mayo de 1992. Y junto al partido, el papel del programa. El programa y la forma de hacerlo era lo que diferenciaba a IU-CA de la forma clásica de partido político. No se puede entender la elaboración programática sin su aportación. Las Áreas de elaboración colectiva no podían ser, según Javier, soslayadas por ningún responsable del aparato de IU, “porque tan políticas eran las áreas como los órganos ejecutivos”. En ese sentido su trabajo ingente en el Área de Economía fue determinante en la elaboración de un programa que no era una tabla reivindicativa sino la columna vertebral de la construcción de la alternativa. Javier nunca aceptó en la izquierda,por neoliberal, el latiguillo discursivo de poner “poner en valor” porque Javier defendía el contenido alternativo (y no complementario con el PSOE) del programa de IU. No era cuestión de “pisar moqueta” a cualquier precio. En función de lo dicho respecto al programa y su contenido alternativo, no podemos obviar un hecho de máxima trascendencia en nuestro acervo programático colectivo. No se puede entender el concepto de “Deuda histórica” con Andalucía sin Javier Navascués, él contribuyó como el primero en ponerle nombre, apellidos y cuantificación a la Disposición Adicional Segunda del Estatuto de Autonomía de Andalucía. En estos tiempos de egolatría superlativa hay que reivindicar el valor de los proyectos colectivos frente a los intereses individuales o las carreras personales. . Javier Navascués no redujo su implicación en la campaña electoral cuando en 1994 se bajó, o lo bajamos entre todos, o lo bajaron del tercer puesto en la candidatura de IULVCA por Sevilla para que éste fuese ocupado por un miembro de Los Verdes (recién incorporados a la coalición), fue el primero en defender las propuestas del partido en la VI Asamblea de IULVCA, a pesar de que había dejado de ser el responsable del Área de partido del PCA. El compromiso de Javier Navascués con la militancia fue siempre constante, más allá de las responsabilidades orgánicas o el grado de dedicación a las mismas. Y esta actitud que debiera ser la normal, no lo es en este momento y hora. Y creedme, que no hablo por hablar. Javier no era un comunista de conveniencia. Un día Javier se encontró en el tren con alguien de cuyo nombre no quiero acordarme y, en una discusión, le dijo “tú eres un comunista de nómina”. Javier Navascués era un militante comunista de convicciones. Y, por último, no vayáis a creer que todo en mi fueron coincidencias con Javier Navascués. Tuvimos diferencias y muchas, pero nunca estas se tradujeron en alejamientos personales o pérdida de las formas y la estima. Su hijo Antonio al que conozco desde que Paula lo llevó en pañales a una escuela de la JCA en 1988 (por cierto, preguntadle porque en la Escuela de Invierno del PCA de diciembre de 1999 que se corresponde con la imagen que ahora hay en la pantalla, ,se ganó el sobre nombre de “Antonio Bocata), su hija Paula a la que vi crecer, también en mi casa, o llevándola a los cacharritos de la feria junto a su amigo Alberto, han sido un amortiguador de cualquier mal rollo. Ellos dos y la constatación empírica de que en todas las votaciones estratégicas (no en otras en las que nos peleamos por chorradas), ambos hemos levantado la mano votando igual, tanto en el PCE como en el Consejo Político Federal de IU. Javier era todo esto porque era comunista. Javier ha encajado todas y cada una de las derrotas que hemos sufrido cada uno y cada una de los que estamos aquí, pero nunca se dió por vencido, nunca dejó de luchar. Larga vida a la memoria de Javier Navascués. Descansa en paz camarada.