Homenaje y conmemoración de los 87 años de la proclamación de la Segunda República Española

2 de Abril de 2018

Un apunte sobre la Segunda República en España

por Fco. Javier Mingorance Morcillo, miembro del Núcleo del PCA en Almería

Introducción.

Camaradas comunistas, queridísimas/os, apreciados/as y gentiles amigas/os; cuando se estudia detenidamente la historia de la Segundo República Española, desde ahora, SRE, el ánimo queda un tanto confuso por el corolario de libros, ensayos, artículos y conferencias que sobre ella se han vertido, que no es poco.

La SRE fue proclamada el 14 de abril de 1931, (el mismo día que se fundó el Granada Club de Fútbol de la ciudad de Granada, total coincidencia, solo escrito aquí como pura anécdota) y fue asaltada y derribada entre los días del 17 al 22 de julio de 1936. Así que, el tiempo de vigencia republicano es, pues, de 63 meses, si a estos 63 meses se suman los 10 meses y medio de la Primera República Española, tenemos que el total de Gobiernos Republicanos en España alcanzan casi 74 meses.

74 meses de Gobiernos Republicanos frente a 12.000 meses de Gobiernos Monárquicos, sin contar los de estos dos últimos Borbones y por supuesto los desgobiernos de la dictadura.

Debemos de pensar, que para eso nos dio el todo poderoso de los cielos cabeza para pensar, si es que el todo poderoso existe, que todo lo bueno y todo lo malo que ha venido sucediendo en España, (bueno en España no, en la Marca España sí), a lo largo de más de mil años hay que repartirlo, para bien y para mal, entre 12.000 meses de gobiernos monárquicos y unos 74 meses de gobiernos republicanos, esto es, el tiempo de gobiernos monárquicos es, para gloria, desventura y responsabilidad, unas doscientas veces mayor que el tiempo de gobiernos republicanos.

Alguien podrá señalar que en las cuentas que barajo puede existe trampa, yo a estos incrédulos les señalaría el camino de la historia y será ahí donde se vea que tengo razón. Ojo, que no estoy dando las cuentas de don Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar, más conocido con el sobre nombre de el Gran Capitán, que “cabrea’o” con su rey, Fernando II de Aragón, más conocido como el Católico y que le pidió cuentas de sus campañas por los territorios europeos y le señaló entre otras lindezas, finalmente de literal: …”por la paciencia al haber escuchado estas pequeñeces del rey, que pide cuentas a quien le ha regalado un reino, cien millones de ducados.” En verdad es que la paciencia del militar cordobés con su rey, con el que no se llevaba nada bien motivó este disgusto. Esperemos que no se le recuerde al bueno de don Gonzalo por el queso de paladar tan exquisito y que se publicita por los distintos canales de televisión.

Bueno, volviendo a lo nuestro, diré o mejor dicho escribiré: que el dictador don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, dimitió en enero de 1930, ya sin apoyos, ni tan siquiera con el que le aupó a semejante aventura dictatorial, el rey Alfonso XIII, y la dictadura de Dámaso Berenguer y Fusté, más conocida como: La Dictablanda, se enfrentó a una situación muy complicada, nadie quería volver a la situación anterior a la de 1923 y los partidos desarticulados en la dictadura de momento no deseaban que se señalaran elecciones para las Cortes de la época. Así que republicanos, socialistas y catalanistas se unieron en lo que se denominaría: Pacto de San Sebastián para sustituir al régimen monárquico, eligiendo un Comité revolucionario, llegando al célebre levantamiento militar en Jaca, protagonizado por los capitanes Fermín Galán Rodríguez y Miguel Ángel García Hernández para proclamar la República. Ante este extremo debo señalar que el levantamiento se suspendió y se les envío un emisario para comunicar la decisión del aplazamiento, el destinado para ello fue, Santiago Casares Quiroga, que llegó el hombre muy cansado y a una hora muy intempestiva, pensó él, y no dio el recado, el resto es conocido, consejo de guerra sumarísimo a Fermín Galán y García Hernández, fusilados y el perfecto imbécil de Casares Quiroga tan fresco,

En febrero de 1931, otro gobierno monárquico decidió volver a la normalidad constitucional de forma pausada. Primero se celebrarían las elecciones municipales y los partidos que firmaron el Pacto de San Sebastián les dieron el carácter de plebiscito sobre la monarquía. Triunfó la conjunción republicano-socialista en 41 de las 50 capitales de provincia en donde el voto no ostentaba la influencia de los caciques y predominaba el desapego monárquico. “El máuser es un arma inadecuada contra el voto”, sentenció Álvaro Figueroa y Torres Mendieta, conde de Romanones. El rey Alfonso XIII descartó la violencia y desde Cartagena marchó al exilio.
Y de este modo, el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República y el Comité Revolucionario tomó posesión como Gobierno Provisional, compuesto por:

  • Presidente del Gobierno Provisional: 
  •     Niceto Alcalá-Zamora y Torres de Derecha Liberal Republicana.
  • Ministro de Estado:
  •     Alejandro Lerroux García del Partido Republicano Radical.
  • Ministro de Justicia:
  •     Fernando de los Ríos Urruti del PSOE.
  • Ministro de Guerra:
  •     Manuel Azaña Díaz de Acción Republicana.
  • Ministro de Marina:
  •     Santiago Casares Quiroga de Organización Republicana Gallega Autónoma.
  • Ministro de Hacienda:
  •     Indalecio Prieto Tuero del PSOE.
  • Ministro de Gobernación:
  • Miguel Maura Gamazo de Derecha Liberal Republicana.
  • Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes:
  •     Marcelino Domingo Sanjuán del Partido Republicano Radical Socialista.
  • Ministro de Fomento:
  •     Álvaro de Albornoz Liminiana del Partido Republicano Radical Socialista.
  • Ministro de Trabajo:
  •     Francisco Largo Caballero del PSOE.
  • Ministro de Economía nacional:
  •     Luis Nicolau d’Olwer de Acción Catalana Republicana.
  • Ministro de Comunicaciones:
  •     Diego Martínez Barrio del Partido Republicano Radical.

 

Cometido de actualización.

España se acuesta monárquica y se levante republicana. El cambio de régimen tenía enormes complicaciones, ya que abría paso a grupos hasta entonces marginados en la política; la famosa España vital relegada por la España oficial de las que habló nuestro gran filósofo José Ortega y Gasset.

Sus impulsores mantenían un proyecto con rigor y serio de transformación de España. Para Manuel Azaña, el político que mejor la encarnó, la República devolvía las libertades a los españoles y devolvería al país la dignidad nacional. La República venía realmente a satisfacer las exigencias más urgentes del pueblo, esperanza, ilusiones, entusiasmo y grandes expectativas vieron nacer la experiencia democrática más avanzada que había vivido España.

Fue un período de una intensidad extraordinaria, por los avances democráticos y por las tensiones que se entrecruzaron. La SRE ha sido objeto de repudios e idealizaciones. Sus símbolos son hoy de uso frecuente por nosotros los comunistas y que venimos a reivindicar como proyecto actual.

En 1931 tomaron el poder los republicanos liberales progresistas y los socialistas, que por aquella época defendían el reformismo. La SRE se propuso la tarea de modernizar España en cuestiones cruciales, sin embargo, no logró establecer un consenso básico sobre el propio régimen político ni satisfizo las expectativas generales por la innovación y en esas dificultades influyó la debilidad de la clase media en una España de fuertes contrastes, con ciudades que se modernizaban y un atrasado mundo rural. La inestabilidad vino agudizada por problemas económicos, por el impacto de la crisis del 29, la fuga de capitales y la rigidez de la patronal agravaron la conflictividad social, sobre todo en el campo.

Situación de emancipación.

La SRE llegó arropada por concentraciones multitudinarias y mantuvo, particularmente en las ciudades, la efervescencia pública de un régimen que se asociaba a las voluntades populares. Aquellos años, la vida cotidiana ganó en dinamismo por el clima de liberación y la mayor politización, aunque tuvo a veces un tono violento. Diversas medidas atenuaron la discriminación femenina y hubo mayor presencia de las mujeres en la escena pública, sin embargo, la SRE no llegó a estabilizarse políticamente, ya que con un sistema de partidos muy fragmentado, de frágiles coaliciones, entre el 14 de abril de 1931 y el 18 de julio de 1936 hubo diecinueve gobiernos distintos, dificultando una labor política sostenida.

Los problemas estallaron con rapidez, el 14 de abril se proclamó una República Catalana, con el desgaste consiguiente al restablecer la autoridad gubernamental; en mayo se produce la quema de iglesias y conventos, una explosión anticlerical que acentúo los recelos de los católicos; abundaron las huelgas, a veces con resultados sangrientos y muchas impulsadas por los anarquistas, con mayor fuerza que en cualquier otro país. Su ofensiva no nacía sólo del malestar social, tener en cuenta que respondían a sus conceptos revolucionarios. Pese a la política reformista del nuevo régimen, aumentó la agitación laboral. La SRE tuvo que recurrir a duras medidas policiales para controlar el orden público, cuyas alteraciones erosionaron a los gobiernos y desacreditaron a la SRE.

El anheloso plan de reformas.

    En las elecciones de junio a Cortes Constituyentes, se alzaron con la victoria los republicanos-socialistas. En diciembre se aprobó una Constitución democrática y progresista, pero no fue consensuada, la derecha no la votó. La República de trabajadores de toda clase se configuraba como un Estado integral, con derechos sociales, expropiación forzosa por causa de utilidad social, legalización del divorcio, aconfesionalidad del estado y escuela unificada y laica. Incluyó también el voto de las mujeres. Lo defendió Clara Campoamor Rodríguez, frente a sectores de la izquierda, que a los derechos civiles anteponían el temor a que el voto femenino favoreciese a los conservadores, cuando en realidad se trataba de que los varones de sus familias no controlaran el voto de madres, hermanas, esposas e hijas y no dejarlas votar el libertad.

    El Gobierno concretó un programa de reformas para afrontar los problemas militar, agrario, religioso y regional. Quería un ejército profesional y neutral en política, expropiar los latifundios y dar propiedades a los campesinos, limitar la influencia de la Iglesia Católica y conceder autonomía a las regiones con lengua y cultura propias donde tenían importancia los nacionalismos.

    Confiando en el apoyo popular, republicanos y socialistas acometieron las reformas, cuyos fundamentos legales habían incorporado a la Constitución. Durante el bienio 1931-1933, Azaña, presidente de Gobierno, aligeró el ejército ofreciendo retiros con el sueldo íntegro. La SRE creó escuelas a gran ritmo e impulsó la educación  siguiendo los criterios de la Institución Libre de Enseñanza, con misiones pedagógicas para llevar la cultura a las áreas rurales. La reforma agraria tuvo una elaboración lenta y compleja. Su ley de bases se aprobó en septiembre de 1932, a la vez que el Estatuto de Cataluña y resultó excesivamente moderada e incapaz de resolver el dramático problema campesino del sur.

Incertidumbre y tensiones perseverantes.

    Estas reformas incrementaron la conflictividad, por la resistencia a las reformas, especialmente de la Iglesia, los terratenientes, los banqueros y los militares, no todos los militares; y por el escaso acierto y agresividad de algunas políticas, en particular la religiosa. Las tensiones fueron constantes, no por culpa precisamente de las autoridades republicanas, sino por la intolerancia de las religiosas.

    La primera sublevación militar fue la de Sanjurjo, en agosto de 1932; los problemas de orden público con origen anarquista culminaron en la tragedia de Casas Viejas en enero de 1933, que aun explotada por la derecha contra el gobierno de Azaña, son los mandos policiales muy próximos a la derecha más reaccionaria los que cometen el latrocinio y se sobrepasan con los campesinos de Casas Viejas, es el capitán Manuel Rojas Feigenspan, quien sin recibir órdenes al respecto y arbitrariamente fusila a los detenidos.

    Por el desgaste político, Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, convocó elecciones, que se saldaron con una nítida victoria derechista. El sistema favorecía a las coaliciones y la Confederación Española de Derechas Autónomas, (CEDA) obtuvo una mayoría relativa mientras se desplomaron los partidos republicanos. En el bienio radical-cedista se desmantelaron las tímidas reformas del período anterior. El PSOE, encabezado por Francisco Largo Caballero, se radicalizó, abandonando la vía parlamentaria en favor de la línea revolucionaria para alcanzar el socialismo.

    En octubre de 1934, entraron en el Gobierno tres ministros de la CEDA, los socialistas convocan una huelga general revolucionaria en algunos sitios apoyado por anarquistas, comunistas y otros grupos. Era contra la derecha, pero, también socavaba los cimientos de la SRE. Hubo movilizaciones en Madrid, Barcelona, (donde se proclamó un efímero Estado catalán independiente) y otras ciudades, no obstante, adoptó la forma de un levantamiento armado en Asturias, donde los mineros tomaron varios pueblos, implantando una organización revolucionaria que funcionaba notablemente. La represión se confió al general Franco, el que después en la Guerra Civil, se convertiría en un vil criminal de guerra y genocida, con fuerzas traídas de Marruecos. Hubo entre unos 15.000 y 30.000 encarcelados y entre unos 1.500 y 2.000 muertos.

Alianza electoral.

    La petición de amnistía se convirtió en un clamor nacional. Durante 1935 se fue perfilando el Frente Popular, una idea de origen comunista que se había ensayado en Francia: una coalición electoral de toda la izquierda contra la derecha. Se dotó de un programa democrático reformista, sin las radicalizaciones que se le atribuyeron.

    En las polarizadas elecciones de febrero de 1936 se hundieron los partidos de centro y ganó el Frente Popular por un exiguo margen, que se tradujo en una gran mayoría de escaños, por las alianzas.

    Las Cortes recusaron a Alcalá-Zamora, sustituido por Azaña. No había otra personalidad tan capaz para aglutinar un Gobierno cuya presidencia asumió Casares Quiroga. Fueron meses críticos y convulsos. Tras la amnistía hubo movilizaciones que imponían las reformas, como la ocupación de tierras, en un clima de tensión y violencia, practicada por anarquistas, radicales socialistas y extrema derecha.

    El pronunciamiento militar, que se preparaba desde marzo, encontró en julio de 1936 la excusa para el golpe de Estado, cuyo triunfo parcial desencadenó la Guerra Civil.

Epílogo.

    En buena medida, la idealización de la SRE arranca de su lucha agónica contra los traidores y sublevados. El poder se fragmentó entre las organizaciones políticas y sindicales y, durante la guerra, el régimen legítimo fue perdiendo dominio territorial y el abandono de las potencias democráticas europeas. Los gobiernos de unidad intentaron recuperar el control político, que en la última fase experimentó la creciente hegemonía de nuestros camaradas comunistas, quizás ya, demasiado tarde para poder reconducir una guerra que desgraciadamente no se podía ganar.

    La Segunda República acabó siendo una esperanza frustrada. Además de sufrir los recelos de la derecha, le habían faltado lealtades desde la izquierda, sobre todo del anarquismo y de quienes quisieron superarla por la vía revolucionaria y que en ese momento no tocaba, sin embargo, y no cabe duda, los responsables de su final fueron aquellos traidores que juraron lealtad a la Segunda República y se levantaron en armas contra la democracia.

Categorías: Memoria Democrática

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